Su voz, un relámpago
un trueno, un rayo sobre mí,
me partió en dos, me despertó.
Inmersa, sumergida en el laberíntico mar de recuerdos que se avivan, que se expanden a cada instante de tiempo que se desliza lento, armonioso, casi imperceptible en el interior de estas extrañas paredes del último cuarto de hotel: cuarto al final del edificio, inicio del azul claro/negruzco de la mañana/noche. Camino (floto), sobre esta atmósfera laberíntica que he recreado desde aquí:
Desnuda bajo sábanas insoportablemente y tristemente frías, sin lograr conciliar el sueño, siento helarme, el aire invernal de la madrugada se cuela ondulante en este cuarto de azotea, atraviesa malvado, agresivo, las delgadas sábanas que me cubren (que no me cubren), y sin piedad cincela mi piel, traspasa los tejidos, penetra hasta mis huesos… duele.
Observo la tenue luz nocturna (o no luz) que logro percibir por las gruesas y oscuras cortinas de la ventana, el cuerpo dormido junto (lejos) de mí, esta igual o más frio que el aire que congela mi piel, su cuerpo somnoliento, esta distante, duerme (¿duerme?), no me mira, no me siente, no me toca, puedo asegurar desde este lado lejanísimo de la cama que esta muerto de frio o de sueño (¿sueño?)…da lo mismo. Cierro los ojos, no quiero ver la triste puesta en escena, no quiero verme, no quiero observar/me esperando el calor de un cuerpo que desde que entramos al cuarto, esta gélido, glacial, f r i o... aprieto fuertemente mis párpados, encojo mi cuerpo, y el mar de recuerdos me empieza a absorber, voy descendiendo hacía no sé donde (si sé donde) , no es aquí, me siento vacía, sola, no logro entender cómo es que estoy tan llena de ausencia, de pronto ese vació se hizo presente…duele, y empiezo a recrear dentro de este cuarto de azotea aquellos días lejanos, camino (floto) sobre ellos y los observo como una simple espectadora, un grito ahogado de lamento llena todo mi cuerpo, lamento el ya no tenerte, el que ya no me tengas y al instante mismo, quiero salir de este cuarto desolado, bajar escaleras e ir a tu encuentro, ¡Dios! estas tan cerca, a una distancia de un mensaje de texto, de la tecla de llamar, pienso.
Dentro de estás terriblemente sábanas frias, descartó la idea de abandonar el cuerpo dormido/distante/frio y bajar corriendo por las escaleras mientras marco el número de celular diciéndote estoy aquí y pidiéndote a gritos ¡ven por mí!, porque sé, que no obtendría respuesta aún si gritará tu nombre tan cerquita tuyo.
Observo la tenue luz nocturna (o no luz) que logro percibir por las gruesas y oscuras cortinas de la ventana, el cuerpo dormido junto (lejos) de mí, esta igual o más frio que el aire que congela mi piel, su cuerpo somnoliento, esta distante, duerme (¿duerme?), no me mira, no me siente, no me toca, puedo asegurar desde este lado lejanísimo de la cama que esta muerto de frio o de sueño (¿sueño?)…da lo mismo. Cierro los ojos, no quiero ver la triste puesta en escena, no quiero verme, no quiero observar/me esperando el calor de un cuerpo que desde que entramos al cuarto, esta gélido, glacial, f r i o... aprieto fuertemente mis párpados, encojo mi cuerpo, y el mar de recuerdos me empieza a absorber, voy descendiendo hacía no sé donde (si sé donde) , no es aquí, me siento vacía, sola, no logro entender cómo es que estoy tan llena de ausencia, de pronto ese vació se hizo presente…duele, y empiezo a recrear dentro de este cuarto de azotea aquellos días lejanos, camino (floto) sobre ellos y los observo como una simple espectadora, un grito ahogado de lamento llena todo mi cuerpo, lamento el ya no tenerte, el que ya no me tengas y al instante mismo, quiero salir de este cuarto desolado, bajar escaleras e ir a tu encuentro, ¡Dios! estas tan cerca, a una distancia de un mensaje de texto, de la tecla de llamar, pienso.
Dentro de estás terriblemente sábanas frias, descartó la idea de abandonar el cuerpo dormido/distante/frio y bajar corriendo por las escaleras mientras marco el número de celular diciéndote estoy aquí y pidiéndote a gritos ¡ven por mí!, porque sé, que no obtendría respuesta aún si gritará tu nombre tan cerquita tuyo.
Abro los ojos, y lo observo, sí, esta dormido. Quizá si intento amar a este hombre, la ausencia que mi cuerpo ha recordado, esta noche desaparezca, pienso.
Lentamente lo acaricio (casi olvidaba esa sensación), esta en una parte tan lejana de la cama (de mí), que no logro tocarlo con toda mi mano, mi mano (la punta de mis dedos) toca sutil entre sus muslos, empiezo a sentir pliegues, dureza (poca), comienzo a extender y distender suavemente y mientras logro estimular la rigidez de su miembro viril, cierro los ojos, no siento excitación, mi mano no reconoce lo que acaricia, son otros pliegues, otra dureza, textura… otro hombre.
Advierto que el cuerpo glaciezco se mueve, al fin toca mis pechos, los acaricia, pero sigo sin sentir, no reconozco las caricias, no las siento, pero dejo que lo haga, sin más caricias que las de sus manos en mis senos, me acerco a él, él acostado, tumbado, sin más movimiento que el que le da el vaivén de mi cuerpo encima del suyo, no se percato de la destreza de mis dedos tratando desesperadamente de despertar en mí un mínimo de deseo, cierro los ojos, e inmediatamente se vuelcan en mí las interminables noches de hace tiempo, las exquisitas noches agotadoras que ahora junto a este cuerpo me doy cuenta que ya se encuentran lejanísimas e impensablemente repetibles.
Quiero excitarme, sentir, quiero sentirme libre, volver a sentirme liviana, volver a sentirme
tan d e s p r e n d i d a … Ser a g u a .....
Quiero excitarme, sentir, quiero sentirme libre, volver a sentirme liviana, volver a sentirme
tan d e s p r e n d i d a … Ser a g u a .....
No lo logro, veo a este hombre bajo mio, y sólo me ahogo a gritos llamándote.
Desisto del intento/fallido de ahuyentar la ausencia, de quitarme de encima la soledad, sólo logro extrañar, extraño de una manera que no entiendo, extraño al hombre que me hace sentir libre, con el que me siento libre, con el que hago el amor. No me es soportable e intento dormir un poco. ¡Dios! será qué así será, pienso.
Durante el resto de la madrugada duermo casi nada, empiezo a percibir la luz del día que se cuela por las gruesas cortinas de la ventana, y traspasa mis párpados, pero aún así, con la luz ya en el interior, mantengo los ojos cerrados abriéndome paso en la atmósfera de laberínticos recuerdos, puedo olerlos, sentirlos… casi tocarlos.
Él se despierta, no me toca, no me acaricia, no se acerca… un beso, menos.
No me muevo, quiero que piense que estoy dormida.
Escucho lejana, el agua que cae de la regadera, sigo inmersa en los recuerdos, deseo quedarme así, así el vació es menos doloroso, me equivoco, es más doloroso, sin embargo, no tengo en lo absoluto las ganas de abrir los ojos y observarme dentro del cuarto extraño con este hombre fríamente ausente.
Por qué no te metiste a bañar, su voz, un relámpago, un trueno, un rayo sobre mí, me partió en dos, su voz desdibujo, deshizo el interminable desfile de recuerdos que pasaban frente a mí, su voz en un tono de ternura fingida me hizo volver al cuarto de azotea.
No quise verlo, verlo a los ojos.
Bajo las sábanas que dejan pasar el frio invernal, sólo me encogí de hombros.
Fue mi respuesta.
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