Sus manos deslizándose sobre la tela azul de su ropa interior, su diminuta ropa interior azul, su color preferido, ¿por qué será el color azul el primero que resalta sobre todos los colores a su mirada?
Azul como el color de estas letras, azul como aquella melodía escuchada, azul como ella, azul como el sabor de su sexo.
Los dedos de su amante caminaban sobre la tela celeste, recorrían el centro de su cuerpo, tocaban la parte de su cuerpo más vulnerable, pero también la más caliente, la que quema, la que arde, el centro de su cuerpo donde su amante se sumergiría, se adentraría, se perdería instantes más tarde.
Y así fue, él la acariciaba ahora por debajo de aquella tela azul, sus dedos empezaban a deslizarse dentro de ella, abriéndose paso entre lo desconocido, tocando, acariciando, mojándose de un sabor que jamás podrá borrar de sus sueños, entonces ella, vencida ante ese placer exquisito, sólo se dejó llevar por su deseo, por el deseo que se desbordaba de su cuerpo, por el deseo que él despertó en ella.
Deslizo la ropa interior que ya estaba de más, y como un explorador su boca se perdió en ella, su lengua abría el camino y recorrió, lamio, succiono, saboreo, acaricio… ese centro de placer.
La noche no basto para los dos, la noche es tan corta cuando se está despierto y ardiendo de deseo, la noche es poco larga cuando los amantes se aman…
Con sus manos deslizándose sobre la tela azul de su ropa interior, comenzó esta historia de dos, este fue el comienzo, el final llegaría pronto…
Él, su primer amante... Ella, la última de sus amantes.
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