sábado, 29 de septiembre de 2012

Alguien Me Observa


Una caminata por el centro de la ciudad, me gusta, sin dinero en la bolsa, apenas para comprar una bolsita de papas  con salsa casera, comprar una flor  de dulce al chico universitario que las vende de a diez pesos, y para el pasaje de regreso a casa… Entonces sí que  tenía al menos unos treinta pesos en la bolsa, pero para caminar hasta el zócalo bastaron mis pies cansados por el trajín del día de trabajo, o si lo veo de un punto de vista más optimista, sólo bastaron mis pies desnudos que a veces les da por caminar entre las nubes.

Con treinta pesos y mis pies que de vez en vez les da por estar lejos de la tierra, camino por la dos oriente, creo que esa es la calle, que mala soy para dar direcciones, pero  sé llegar, eso cuenta,  ¿no?, pobre del perdido o perdida, o  mejor  llamémosle extraviado o extraviada, eso de perdida me suena muy despectivo, ¡pobres! , si se acercan a preguntarme alguna dirección, acabarán más confundidos, extraviados, enredados y demás, pero no siempre es  así,  es peor, pues aquel turista (nacional ), que le pregunte a una poblana, dónde queda esto, dónde queda aquello, ya sea museo, calle, restaurant, cafetería o  alguno de tantos lugares emblemáticos de la ciudad  y no saber dar las señas precisas,  sí que es un poco penoso…  Los que me conocen sabrán de lo que les hablo.

Camino por la dos oriente hacia el zócalo, no recuerdo desde cuándo es que me da por observar, quizá a algunos les parezca que soy distraída, poco observadora, quiero pensar que pueda ser porque no todos le prestamos atención a las mismas situaciones, puedo ver las hojas de los árboles caerse por el viento, y el de a lado verá como el viento revolotea el cabello de la chava al otro lado de la calle, el cabello, quiero pensar que es su cabello, y no su pequeña falda…   Y observo las fachadas de los edificios, veo de lado a lado de la calle mientras voy comiendo mis papas, el viento en la cara, y los sentimientos que se me ahogan dentro…

Después de unas calles, enfrente de mí, el zócalo adornado aún con motivo de las “fiestas patrias” (sí, así con minúsculas), busco una banca o un lugar vacío donde pueda sentarme, pues el zócalo  a esas horas ya se encuentra muy concurrido, es fin de semana… Encuentro un lugar vacío entre un chavo que tiene en sus manos una cámara  fotográfica profesional  y una chica con su celular en la mano que se ve espera a alguien, y ahí entre ellos, yo. Yo con una bolsa de papas, una paleta de dulce, mis pies cansados, y la idea de hacerle la plática al chavo de la cámara, un tanto inquieta por cómo empezar la conversación, qué le preguntaré… ¿Eres fotógrafo? ¿Estudias fotografía?, mientras yo me contesto, Pues obvio, a alguna de las dos, le diré sólo un ¡Hola! Desde su lugar le toma fotos a la catedral, mientras no le atino a la pregunta para empezar una platica, mientras enfrente de nosotros pasa todo tipo de personajes, tantas caras, me gusta ver la forma de vestir,  como traen el pelo, sobre todo los chicos, que de pasar al sencillo casquete corto o peinado de raya de lado, pasaron al pelo largo estilizado con gel, con secadora o demás productos que según son para el cuidado de la belleza… esto me hace pensar en que  leerse un libro también cuida nuestra belleza, claro, otro tipo de belleza. Y entonces observo a la gente que pasa frente a mí  mirada que se pierde en la manera de caminar, en sus ropas, en sus sonrisas, en sus rostros despreocupados, en sus rostros tristes, en las burbujas de jabón que se rompen en el aire, en el sonido de las campanas de la Catedral, en la música del campamento de los #YoSoy132, en los novios que se besan, en los ancianos que se toman de la mano… somos tantos… ¿Dónde estará a el que busco? pienso...  Regreso mi atención al chico de la cámara, me decido a decirle un ¡Hola!,  o al menos  a preguntarle la hora, pero al instante guarda su cámara, suspira profundo y se va… la chica  que está a mí otro lado sigue esperando y mandando mensajitos desde su celular, veo el mío,  las 8:00 pm, no quisiera pero no he comido, y sólo llevaba treinta pesos, menos unas papas y una paleta de dulce, me pongo mi abrigo, quizá llueva... 

Me levanto de la banca y empiezo a caminar de regreso a casa... ahora me convierto en la que es observada…

Quizá, ahora alguien me observe desde lejos…

jueves, 20 de septiembre de 2012

Un Deseo...


De historias de amor está repleto mi cajón,  al abrirlo  las de encima, o por decirlo de otra forma las más recientes saltaron al instante,  vi como las palabras todas revueltas se caían al suelo de mí cuarto, una letra por aquí, una por allá, otras más allá y otras más hasta allá, palabras y frases como sexo, orgasmos, deseo, te amo, te extraño, quiero verte, me gusta tu sonrisa, parque, compartir, verte dormir, tomarnos unas cervezas, ir a desayunar, miedo, intentos, dormir en el sillón, sueños, mis sueños, tus sueños, conocernos más, volar, no me atrevo, quiero, no quiero, desnudos, desnuda, desnudo, fotos, películas, desvelos, lágrimas, me gustas, fin de semana, vacaciones, besos, caricias, hoteles, quiero vivir contigo, canciones, tu cama, no te vayas, abrazos en la sala de espera,  viajes, amante, miradas, autobús, carretera, DF, puentes, gente, metro, conciertos, frutas con chantillín, cena a  las dos de  la mañana, comida a las seis de la tarde, sábanas húmedas, mi cuerpo, tu cuerpo, adiós, mis miedos, tus miedos, no me enamore,  no  soy lo que quieres, la distancia… la distancia...y más y más letras tiradas en el suelo...

¿Volveré a escribir una historia más...?



Yo deseo que sí.