¡Qué frío…! En unos
minutos y la una de la madrugada marcará el reloj de pared que está colgado en
la pared, el ligero tic -tac que emite el movimiento del segundero, se pierde
con la mezcla de sonidos que escucho del motor del refri, de la pc, de algunos
coches a lo lejos y de la tv encendida sin prestarle atención, es una película tal,
en un canal tal.
Dejo prendida la televisión, para no percibir tanto silencio, para no sentir la soledad que me acompaña y de la que me
percato casi siempre a estas horas, y en algunas del día.
No, no abro el reproductor de música,
por una extraña razón que no me explico, últimamente casi ya no escucho música.
Tengo en la cabeza tantas cosas, que no disfruto de mí lista de reproducción
enorme. Quizá deba de escucharla más en estos momentos, pues la música me toca
las fibras del alma… Abro mí reproductor y elijo “contraley”, al paso de los
tracks, el frio traspasa mis zapatos y congela mis pies, después de algunas
horas aquí sentada frente a la pc,
mientras el tic-tac del segundero marca
más de la una, considero que ya es hora de irse a la cama.
La casa de mis padres es un congelador en estos últimos
meses del año y los primeros del año siguiente, o para ser más específica, en lo
que dura el invierno, esa frase me suena, mmmm ¿En qué canción… de quién… ? Yo
tengo que andar con suéter desde que empieza a atardecer, sin exagerar, hay días que desde las dos de la tarde, ya
ando con suéter encima.
Después de apagar la pc, la tv, la estufa, revisar que las
puertas de la casa estén cerradas con llave, apagar las luces, a veces, antes o
después de todo aquel ritual, me lavo los dientes, me la lavo la cara, si tomé
agua voy al baño, si tengo hambre me
preparo algo ligero, o si es día del señor de los elotes, me compro uno, y
alguna otra cosa que se hace antes de irse a la cama, hablar por teléfono por
ejemplo, o salir a la calle echarle un vistazo al cielo y ver si no hay objetos
voladores no identificados merodeando
por el estrellado cielo, ¡Esto es cierto, yo lo vi! Tengo evidencias y a dos
testigos: un video y a mis padres.
Segura de que deje todo bien cerrado y a oscuras, me subo a mí cuarto y me dispongo
a irme a la cama. En lugar de quitarme la ropa, me la pongo, pues después de deshacerme
de mí pantalón de mezclilla, la blusa,
el suéter, el abrigo, los zapatos, los lentes, los aretes, me pongo encima mis calcetas, pants de esos calientitos de
algodón, playera y una sudadera. Y es
así que me meto a la cama, misma que tiene cuatro cobijas, la colcha y una
cobija aparte que pongo a la altura
de mis pies, mis pies es la última parte
de mí que se calienta…(en el buen sentido ¡eh!), pues en noches como ésta bien friolentas,
mis pies amanecen igual de frios como
los tenía antes de acostarme y aunque tenga calcetas y todas las cobijas
de mi casa encima.
Hay un ligero inconveniente a eso de dormir calientita, con
tanta ropa encima y todas esas cobijas, no puedo ni moverme, así como me
acuesto, amanezco, toda envuelta como un tamal, pero el frio sí que no entra en mí cama, excepto
por mis pies que no se me calientan.
Pero en los meses calurosos…
La casa de mis padres es de la más fresca y antojable que
conozco, y cuando me voy a la cama me despojo
de toda mi ropa, sí, de toda, a veces dejo mi ropa interior, sólo a veces, y me tapo con una cobija ligera que casi siempre termina en el suelo…
Me gusta dejar la ventana abierta para dejar paso al aire fresco…
Me gusta sentir ese ligero aire que entra por mí ventana y toca
mi desnudez.