Once diecinueve de la noche, minutos antes que me tendí en la cama de mí cuarto para revisar mi libreta donde suelo escribir las cosas curiosas que luego de vez en siempre tengo en esta cabeza mía, esta casi nueva y es de color azul, hace poco la compre, pues la anterior ya no tenía hojas disponibles para mis curiosidades, y esta nueva, apenas tiene algunos esbozos de lo que suelo escribir, algunas direcciones, teléfonos y su letra…
Leía lo poco que he escrito en ella, no tarde muchas hojas en llegar a esa en particular, en la que él escribió en aquel último día que lo vi: “Hola Adriana, ¿Cómo has estado? ¿Cuándo vuelves? ¿Qué sientes de tener 36?” Releo, mientras pienso en voz baja ¿Volveré?...
Sobre mí cama, mis piernas delgadas y desnudas, a el resto de mí cuerpo lo cubre una playera azul… prenda que tengo hace ya un par de años, la conseguí en esos días cuando conocí a Bukowski y a José Agustín… tipos de lo peor.
Mis ojos se quedan un largo tiempo en aquellas preguntas impresas en una de las primeras hojas de mí libreta, aquel día me dijo que no le gustaba mí letra, lo rete a que escribiera su nombre, escribí el mío primero y le dije que hiciera lo mismo en el siguiente renglón con el suyo, para tener un punto de comparación. Y así quedó en aquella hoja su nombre escrito y esas tres preguntas que no conteste.
Él dejo su nombre y tres interrogantes, yo, deje mí bufanda, una cajita que guardaba una taza, mí ropa interior de color rojo, mis fotos, mis películas… ¿mí perfume?...
Cambio las hojas de mí libreta, mientras hago el recuento de mis cosas no perdidas, no olvidadas en su casa.
Entre mí libreta un ticket del banco me cambia de escena: Tres mil pesos y cachito, el monto del retiro, de cuando me quedaba tiempo extra. –No extraño mí trabajo, extraño el tener dinero- Esa palabra, “dinero”, me hace regresar las hojas a donde apunté la dirección para ir a la entrevista del lunes… ¡ojalá! Pienso.
Afuera los vecinos tienen una fiesta, la música, por cierto no es tan estruendosa como la de los años anteriores, pues esta vez los vidrios de mí ventana no retumban al son de las cumbias ni de las salsas. Cada año le celebran el cumpleaños al vecino, que tendrá como sus sesenta y algo, pero creo que tiene más de “y algo”.
Sobre mí cama yo y tres libros sin leer, uno de ellos casi menos de la mitad, el otro apenas unas cuantas páginas, y el otro nada. Hace tiempo que no me leo un libro en menos de un par de semanas, estos tres los compre casi a principio de año… ¿Qué me pasa? ¿Qué me ha pasado? Estar en un trabajo en el que ya no daba para más, llegar sin ganas a casa, la presión arterial alta, dolores de cabeza… enferma casi todo el tiempo… todo aquello me suena en la cabeza, me hace ruido, mientras observo mis piernas no tan largas y desnudas cruzadas sobre la cama, mi espalda recargada en mi almohada que a su vez esta recargada en la pared de mí cuarto, desde esa posición mis piernas las veo hermosas, delgadas y cortas, pero me gustan.
Dejo mi libreta e intento retomar la lectura del primero de esos tres libros, pero sólo logro leer algunos cuantos renglones, y eso de las últimas páginas para saber si el final esta interesante, parece que sí, pero mi atención se desvía a mis piernas sobre la cama, a los recuerdos que me trae mí playera azul, a su pregunta que me hizo en esa última visita “ ¿Cuándo vuelves?” y a las mañanitas que hacen de fondo musical a el cuadro que esta noche hago de mí, semidesnuda sobre la cama…
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